El 29 de junio de 1978 una hermosa pareja experimentó la gran felicidad de verle la carita a su hijo Abel.
A partir de ese momento todo era felicidad, juegos y cariñitos.
Los años fueron pasando y ese hermoso e introvertido niño se convirtió en un adolescente que a temprana edad marcó una identidad de espiritualidad y su camino siguió un trayecto poco convencional.
Un gran maestro en un cuerpo joven.
Por más que busquemos respuestas en esta vida no encontraremos ninguna que nos consuele ante su temprana pérdida.
Hoy el día de su cumpleaños es difícil estar sin él físicamente.
Pero su esencia ayuda a vivir el día a día.
Podemos llorar más, llorar menos, sonreír tímidamente o a carcajadas, y el amor sigue muy presente; tal vez es muy sutil, pero estás en todo lo que veo y hago, en lo que amo y rechazo, en mis palabras y pensamientos, en mi canto y mi silencio.
En cada abrazo hacia mi hijo, en cada juego en el suelo.
Este hermoso niño, ese bello joven que conocí a los 21 años hoy cumpliría esa "famosa" edad que se celebra aquí, el "ecuador" de la vida.
No lo podremos celebrar con un pastel, ni con velitas, ni con risas, ni con tu familia, ni con los amigos, ni con nuestros hijos.
Sólo me queda el recuerdo de una bonita vida a tu lado y del legado espiritual que lo honro cada día.
¡Te amo, bello Abel!
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