Tocaré el tema escabroso de la medida del dolor ante la pérdida de un ser amado.
¿el dolor se puede medir? Yo diría que no, no puede ser cuantitativo, no podemos saber si uno u otro siente más o menos dolor.
He escuchado frases tajantes como: "bueno, tú perdiste a tu marido, pero YO perdí a mi hijo".
Ufff... cierto debe ser que perder un hijo debe ser... no puedo ni describirlo, es inimaginable; de hecho ni siquiera existe la palabra para dar nombre a quien pierde un hijo. A una mujer que pierde a su esposo se le dice viuda, a una persona que pierde a algún padre, se le llama huérfano... pero a quien pierde un hijo... no podemos...
Pero mi objetivo no es encontrar diferencias, sino observar el dolor como tal.
E intento hablar siempre desde mi experiencia y situación.
Perder a un esposo y seguir adelante también requiere esa fuerza espiritual que nos empuja a seguir adelante.
El dolor sigue dentro, de diferente manera pero sigue.
Hay detalles que me hacen recordar mucho la vida de Abel, olores que me traen recuerdos, música que me lleva inmediatamente a algún momento vivido con él.
A veces el cerebro archiva por salud emocional pero tiene tantos recovecos y algunos no son tan profundos que los recuerdos saltan al presente y provocan sonrisas o lágrimas.
Hemos llegado a la época en que comenzábamos la última oportunidad: el autotrasplante.
Entonces vienen esos recuerdos y no puedo hacer nada más que llorar y recordar la lucha incansable de Abel y que su mirada se iba apagando por más que quería que nadie se diera cuenta.
El dolor salta y se hace presente nuevamente en la vida, y pienso y lloro y no lucho, dejo que me inunde y que fluya... se que al siguiente día seguiré como lo he hecho desde que cambió de forma.
También he escuchado frases lapidarias como: pero si han pasado ya diez años, tienes que seguir adelante.
Y yo me pregunto: ¿y que he estado haciendo desde el 3 de enero de 2007?.
Piensas que te mueres con él, pero no es así, sigues delante y sintiendo la fuerza de su amor que te impulsa para salir del hoyo.
Tengo un buen motivo para sonreír, para vivir, para luchar:mi hijo, pero eso no significa que esté curada del dolor.
El luto se lleva en lo profundo, se aprende a vivir con el dolor, que de vez en cuando te invade y no puedes hacer más que dejarlo fluir para seguir sanando.
Abel con su propia vida me enseñó a vivir, pese a todo, pese a la pérdida, pese a la tristeza, pese al dolor, pese a todo.
Porque la vida es un gran aprendizaje día a día y es nuestro deber abrir los ojos, el corazó y la mente para evolucionar.