lunes, 27 de noviembre de 2017

Acompanyament en el dol: Ca n'Eva

El viernes pasado andaba por Matadepera, lugar que conozco desde hace casi 21 años, el primer sitio que sentí "mi hogar" gracias a la familia Rabat i Riba. Lo conozco bastante bien y aunque ha habido cambios considerables aún pensaba que podía recorrerlo sin perderme.
Pero claro, yo lo recorrí muchos años a pie y ahora que voy en coche, llegó el día de perderme.
Por "azares" del destino llegué a Ca n'Eva.
No había ido nunca, para ser sincera nunca me he visto con fuerza para compartir tan de cerca el dolor del duelo de Abel. Y sobre todo, sentir tanto dolor tan cerca.
Puede ser un pensamiento egoísta, puede ser una decisión ignorante, puede ser una actitud de defensa... podría ponerle muchos calificativos, el caso es que, no me había decidido a ir.
¿Cómo sabía de Ca n'Eva entonces?. Desgraciadamente supe de la existencia de este espacio por medio de Natxo y Anna, padres de mi querido alumno David, que falleció 4 meses después de Abel. 
A partir de ahí conocí blogs de otras personas que también han sufrido la pérdida de seres maravillosos, he conocido a Antonio, padre de Victor, a Nata, hermana de Manu, a Rosa Maria, madre de Laura, y más.
Nos hemos hecho amigos, nos seguimos por las redes sociales y voy siguiendo sus blogs.
Me he dado cuenta que más o menos todos seguimos el mismo camino: el del amor y el recuerdo.
Vamos dejando fluir las emociones, a veces son relajadas y tranquilas y otras toda tormenta, tristeza y dolor.
Y es que ese amor que sentimos por los que han marchado sigue impoluto, incorruptible, y creo que hasta más fuerte y estrecho. 
Yo así lo siento, mi amor por Abel sigue siendo amor, de ese amor que te hace latir a mil por hora el corazón y que me hace sentir también su amor, una presencia alejada de los ojos físicos; pero presente, siempre presente.

He leído muchos detalles de Ca n'Eva, sigo aprendiendo acerca del duelo.

Sigo mi duelo... a lo mejor ya no tendría por qué llamarlo así, tal vez -sólo tal vez- lo único que ha pasado es que Abel es invisible y no lo puedo ni ver ni abrazar ni besar. A lo mejor estoy trascendiendo la parte física para vivirlo de una manera más hermosa y más rica: espiritualmente.