sábado, 29 de junio de 2019

Feliz cumpleaños, amor mío

Los años van pasando, vamos cumpliendo años y ellos quedan  congelados, con la misma sonrisa, con la misma mirada, con las mismas experiencias, con la misma edad.
Intento cada día inventarme tu sonrisa, tu mirada, tus experiencias, tu nueva edad...
Cambiaste de forma a los 28 años y hoy cumplirías 41...
Seguro serías más sabio, me recomendarías más libros por leer y nos llevaría muchas sobremesas hablar de ellos e intercambiar maneras de ver y vivir los textos.
Pero no estás, y eso me llena nuevamente de dolor.
Esta impotencia de no verte hacerte mayor es igual de doloroso -tal vez- que la dicha de amarte.
Eres un ser de luz y nos sigues iluminando con el amor que nos diste y sigues dando.
¿qué puedo decir? Te sigo amando como la primera vez.
Ese amor como el tuyo no se puede sustituir, no se puede comparar, no puedo llenar con otro amor.
Eres único e irrepetible, eres ese gran Maestro antiguo que me enseñó el hermoso arte de AMAR
Hoy presente en nuestras vidas, Matteo está en contacto contigo y dice que eres su angelito y su papá y que te ama... ¡ TE AMA!...
Sólo un ser como tú, Abel, puede provocar un río de amor.
Feliz cumpleaños amor mío, aquí te seguimos amando, tú sigue tu camino que es luz... ya te encontraré algún día.

lunes, 10 de junio de 2019

No son fantasmas

Mientras pasan los años, en este recorrido de la vida vamos coincidiendo con personas.
Éstas tienen historias... yo tengo mi propia historia.
En el presente, parte de mi trabajo es conocer historias y además ligadas al dolor de la pérdida.
No puedo decir que me regocijo, pero si siento que he desarrollado una buena vía de comunicación. Puede ser empatía, puede ser comprensión.
Cuando perdemos alguien tan amado, nuestro mundo se resquebraja, da un vuelco y perdemos un poco el sentido de la vida por un tiempo.
Requiere una fuerza espiritual muy fuerte y firme para volver a reír ante la vida desde las entrañas, desde las vísceras; comenzar a sanar desde dentro  para que la putrefacción del dolor no nos invada por completo.
Los seres amados que perdemos en esta vida no sólo dejan huella, sino que forman parte de nosotros mismos... ¿cómo vas a enterrar una parte de ti mismo?.
Hay personas que no logran sacar fuerza, que van viviendo por inercia, sintiendo el dolor día tras día y se vuelven esclavas de este dolor.
En cambio hay otras, que ese amor que sienten, ese profundo amor es más fuerte.
Ese amor que se siente por la persona que ya no está se convierte en fortaleza, y es, precisamente, el punto fuerte para comenzar a sonreír.

Hablamos de Ellos en las conversaciones, salen las experiencias vividas, algunas muy claras y otras probablemente alteradas por el paso del tiempo o por el propio dolor enmascarado por el subconsciente.

Permitidme hablar de mí... conocí a Abel en 1999, es decir, hace exactamente 20 años.
Me fascinó el primer día... me enamoré el segundo, durante un plácido paseo por las ramblas de Barcelona.
Él, con 21 años -no cumplidos- me impresionó por su madurez, sensibilidad, manera pausada de caminar, su sonrisa, agradable conversación y su mirada... ¡esa mirada!
Estar con él llenaba de paz; era sereno y fresco y te sentías muy feliz a su lado.
Cualquier palabra para describirlo no hace honor a su persona; conviviendo con él es como se podría entender este sentimiento, esta sensación que, aún pasados los años hace sentir un vuelco en el corazón.
Hoy, a 20 años de conocerlo y ser su novia, su esposa, su amiga; sigo hablando de él porque lo necesito, porque sigue formando parte de mi vida, de mi presente.

Decía al comienzo que vamos coincidiendo con personas; personas que no conocieron a nuestros difuntos, personas que no saben de nuestra historia ni tampoco nosotros de ellas.
Yo sólo pido que nos permitan hablar de "Ellos", de nuestros padres, abuelos, hijos, hermanos, esposos.
No son fantasmas... no som espectros que pueden aparecerse por las noches, no hacen daño; y si lloramos lo hacemos porque los echamos en falta, porque tenían mucha historia por vivir, proyectos por cumplir.
Mi abuelita murió -la mataron- a los 62, mi padre falleció a los 59 y mi querido esposo Abel a los 28.
Y quiero seguir hablando de ellos, no quiero olvidarlos, quiero tener muy presente sus enseñanzas -en silencio o haciendo ruido-
Quiero recordar (volver a pasar por el corazón) todo lo bello que ellos eran, lo que dejaron aquí en la tierra.
Hablemos de la vida, no de la muerte.
Sabiendo que no están vivos, que han hecho el traspaso.

Cuando hablamos de Ellos también hablamos de nosotros ¿por qué entonces sensuramos las historias?.
Me he encontrado personas que no quieren oír las historias de mis amores, no les interesa.... y los que estamos vivos necesitamos hablar de Ellos... porque siguen vivos.
No es aferrarse, no es vivir en el pasado, es seguir aprendiendo del nacimiento, de la vida y de la muerte; del desapego, reconocer el apego para dejar fluir.

En ocasiones veo las reacciones al comenzar a hablar un poco de Ellos... me freno... me lo quedo para mí.

Hablar de Ellos nos vuelve a llenar de alegría por la dicha de haber coincidido con Ellos, por haber sido felices con Ellos y esperando que Ellos hayan sido felices con nosotros.
Aquellas personas que conocemos ahora, si es posible, escúchenos con cariño, paciencia, empatía, como nosotros podemos escuchar.
Perdónenos si en algún momento acaparamos la conversación, es que somos felices hablando de esos seres que en vida nos regalaron tanta felicidad y que tal vez nos ayudaron a ser mejores seres humanos.