domingo, 12 de junio de 2011

Querido Abel:


Hoy tuve la necesidad de platicar contigo, de decirte que mas que otros días te extraño; que quisiera que estuvieras aquí para compartir con nosotros todo lo que nos está dando la vida; que cuando menos nos lo esperábamos tenemos una nueva esperanza que nos ha hecho muy felices; que cuando ya no esperábamos nada, ahora podemos tenerlo todo... que quizá como dice Carmelita tu esposa, Amadito y tú juntaron los pedacitos de cristal de nuestras vidas deshechas y nos los regresan juntos formando los mejores regalos para nuestra familia... que me siento extraña, que tanta alegría me hace daño, que a veces quisiera llorar mucho, que siento que el corazón se me va a reventar... perdí la costumbre de recibir buenas noticias.

Tengo que abrir mi corazón, esperar que todo salga bien, que si podemos esperar cosas buenas en nuestra vida.

No quiero oírme como una ingrata, como una malagradecida, que tener a mi hijo y a mis hijas es mas de lo que merezco; pero tú sabes perfectamente que la felicidad que esperábamos y que ahora está a nuestro alcance no la pedía especialmente para mí, sino precisamente la pedía para ellos.

Ahora sólo tenemos que esperar, que todo llegue a feliz término y que entonces podamos llorar pero de alegría; ver que lo que entregamos a la tierra, lo que la vida nos arrebató, ahora nos lo devuelve para llenar de alegría esta familia.

Abel, tú me enseñaste muchas cosas, sobre todo entender que todo lo que tenemos que vivir tiene un por qué.

Algunas veces te escribí que no era justo lo que nos pasaba, ahora entiendo que todo tiene un tiempo para ser; que esa paciencia que tú nos enseñaste para aceptarlo todo es lo que nos tiene que marcar la pauta para saber vivir .

Quiero pensar y creer que todo estará bien, que pronto llegará a nuestras vidas lo que tanto hemos esperado.

Espero pronto, Abel decirte que soy feliz y darte las gracias por ser nuestro guardián.

Tu suegra