Mi corazón estaba latiendo estrepitosamente... estaba limpiando el estudio de Abel, quitándole el polvo a sus imágenes de pequeños Buddhas, sus pirámides traídas de México, a sus "herramientas" de curación de Medicina Tibetana, a sus libros, hojeándolos y leyendo fragmentos que son un tesoro para mí.
De pronto cojo "El libro tibetano de la vida y de la muerte" de Sogyal Rimpoché le doy un soplido para quitarle el polvo y lo abro... Abel lo dejó marcado en la página 22, que es el inicio del capítulo uno "En el espejo de la muerte", empecé a leer y comencé a temblar, así que me senté en su silla y seguí con la lectura:
(...) Samten, uno de los asistentes personales de mi maestro, era un monje maravilloso que fue muy bueno conmigo durante mi niñez. Tenía una cara resplandeciente, rolliza y redondeada, siempre a punto de esbozar una sonrisa. Debido a su buen carácter era el favorito de todos en el monasterio(...)Pero entonces Samten cayó enfermo repentinamente, y pronto se hizo evidente que no iba a vivir(...)Nunca olvidaré las dos semanas que siguieron. El rancio olor de la muerte lo cubría todo como una nube, y cada vez que pienso en aquellos días vuelvo a sentir ese olor. El monasterio estaba saturado de una intensa conciencia de la muerte. Sin embargo, la atmósfera no era en absoluto morbosa ni de temor, en presencia de mi maestro la muerte de Samten cobraba un significado especial. Se convertía en una enseñanza para nosotros.
Samten permanecía acostado junto a la ventana de un pequeño templo situado en la residencia de mi maestro. Yo sabía que estaba muriéndose. De vez en cuando iba a verlo y me sentaba un rato a su lado. Por entonces Samten ya no podía hablar, y me impresionaba el cambio que había experimentado su rostro, ya macilento y demacrado. Comprendí que iba a dejarnos y no volveríamos a verlo más. Me sentía profundamente triste y solitario.
La muerte de Samten no fue fácil. El sonido de su laboriosa respiración nos seguía por todas partes, y podíamos oler la descomposición de su cuerpo. El monasterio se habìa sumido en un silencio abrumador, roto únicamente por los estertores.
Todo estaba centrado en Samten. Sin embargo, aunque había tanto sufrimiento en su prolongada agonía, todos nos dábamos cuenta de que en lo mas hondo tenía paz y confianza interior.
Al principio no podía explicármelo, pero enseguida comprendí de dónde procedía esa sensación: de su FE y preparación, y de la presencia de nuestor maestro.Y aunque seguía estando triste, supe entonces que si nuestro Maestro estaba allí, todo acabaría siendo para bien, pués él podría guiar a Samten hacia la liberación. Mas tarde llegué a saber que todo practicante sueña con morir ante su maestro y con tener la buena fortuna de ser guiado por él en el trance de la muerte (...) La práctica había conferido a Samten la aceptación de la muerte, así como una clara comprensión de que el sufrimiento y el dolor pueden formar parte de un profundo proceso natural de purificación.
Cuando acabé de leer estas lineas, mis piernas seguían temblando pero no hinundada de dolor, sino de alegría al sentir que Abel me sigue mandando mensajes de esperanza y sobre todo FE; porque esta historia la viví en carne propia con él, encontré absoluta similitud entre el proceso de Samten y Abel y estoy convencida que Abel me dejó este mensaje para que no llore tanto, para que siga creyendo en que está bien y que se fue tranquilo, haciendo su trabajo de purificación...
Este dolor ante la duda me sigue constantemente; la partida de Abel era inminente, pero siempre he rogado a Dios que justo en el momento de abandonar su cuerpo y Ascender lo haya hecho encontrando la luz que todos quisiéramos encontrar.
Cuando estábamos en el velatorio, la costumbre de aquí señala que se pone el cuerpo en una vitrina especial para que las personas lo visiten; y allí estaba él vestido con su traje de Yoga azul, hermoso, con su rostro sereno, como si estuviera dormidito; una de sus alumnas se acercó y me dijo admirada: "pero si es el Buddha!" cuando lo miré sin lágrimas en los ojos: era cierto, su rostro reflejaba las facciones de un Buddha Tibetano; no sé si fue nuestra imaginación, o como decía Abel "la conciencia colectiva", pero yo vi claramente una transfiguración...
Siempre me decía que la vida no era "Casual" sino "Causal", así que estoy convencida de que los mensajes que me manda son mensajes de Amor y es la manera de decirme que está bien y que me esperará siempre para reunirme con él; que él sigue haciendo su trabajo y que yo, aquí, debo seguir haciendo el mío repartiendo Amor, comprensión, la enseñanza de la música y mi voz para los seres con los que convivo día con día.
Abel, que inmensamente grande es tu mensaje de Amor!.