martes, 9 de febrero de 2016

Las heridas del corazón

Dicen que  las heridas del corazón sólo se pueden coser con las agujas del tiempo, no es muy cierto del todo, tenemos algunas heridas que si, pero hay otras que no cien por cien.
Las pérdidas físicas, es decir, aunque nos duela la palabra: la "muerte" de seres amados no se cura nunca, como muchas veces lo he dicho por ahí: se aprende a vivir con ello con la ausencia, con el dolor...
Así van pasando los días que se convierten en semanas y éstas en meses y hemos llegado a ocho años sin tu forma física.
Ahora vivimos de diferente manera ésa ausencia y sin embargo te sentimos más vivo que nunca.
Tu enseñanza está en cada experiencia, nos enriqueces de una manera muy especial, tanto que quiero compartir con los que nos leen una vivencia muy emocionante que tuve en diciembre.
Fui a comprar el pescado a una tienda departamental y una de las pescaderas me miraba con insistencia, pensé que simplemente era amabilidad por su parte esperando atenderme; cuando escogí el género que me iba a llevar se me acercó me sonrió, le di los buenos días y le noté los ojos vidriosos; entonces me dijo: " tú eres la esposa de Abel". Sentí como un escalofrío me salía por el pecho y como iba invadiendo todo mi cuerpo hasta llegar también a mis ojos.
Comenzamos una conversación muy hermosa en torno a tu recuerdo, pero fue algo muy sensible porque hablábamos de tu huella, que era amor puro. Ella hablaba de ti llena de amor, y cómo eres una inspiración en su vida, a tal grado que se está sacando la titulación de instructora de yoga y ya está en el último curso. Me dijo que ya no regresó al centro donde iba contigo porque era demasiado doloroso, que tenía muchos recuerdos de cómo le pedías que te ayudara a que ella hiciera las asanas porque tú ya no podías (llevabas ya implantado el catéter). Era una de tus alumnas aventajadas y eso me lo dijo con mucha alegría.
Me surgió la pregunta de cómo me reconoció y me volvió a temblar todo el cuerpo; sencillo tú les enseñabas mi foto y hablabas de mí y de mi profesión. "Abel te amaba inmesurablemente, te admiraba, yo diría que te idolatraba"... comencé a llorar.... ella siguió llorando... el resto de clientes, las otras pescaderas...se nos olvidó el mundo, ahí sólo estábamos ella, yo y tu amor, es decir: tú.
Creo que eso es o una de las maravillas de la vida: dejar huella....dejar amor puro y puro amor.
Nos despedimos con un abrazo de corazón a corazón con la promesa de vernos nuevamente... amores que dejaste, amores que te aman, Abel.

Un día me escribiste: "cuando te contemplo puedo escuchar entre silencio y silencio y te conviertes en el perfume de mi vida. El amor que florece entre ambos encierra bondad, ternura, admiración y comunión total.
No existe el tiempo, ni tú ni yo, es un ambiente de festividad en todo el cosmos".

Amado Abel, seguimos en el camino, ahora con el regalo que me enviaste, con este trocito de cielo que me hace ver que Dios existe.