"El amor paternal se origina en la sabiduría y está basado en la razón. El pensamiento predominante en la conciencia paterna es: este es mi hijo, al que cuidaré y protegeré. El padre lo hace sin egoísmo, expresando su amor mediante acciones que complacen e instruyen al niño y, también, velando por sus necesidades. Pero el amor paterno, al igual que todas las formas de amor familiar, es parcialmente instintivo: el padre no puede evitar amar a su hijo." (del libro "El amante cósmico" de P.Yogananda)
Hoy quería escribir un post especial, hoy es un día especial, hoy es el cumpleaños de Antonio, el papá de Abel, a quien cariñosamente le llamo Tito porque lo conocí cuando iba a ver a sus sobrinos y ellos le llamaban así.
Nuestra relación de amistad fue muy bonita desde el principio, de hecho lo conocí un año antes de conocer a Abel y ya desde entonces teníamos un lazo un tanto especial.
Tito me contaba que tenía un hijo casi de mi edad y que el pequeño, "el benjamín" de la casa era instructor de Yoga y era muy serio, formal y hasta en tono de triunfo me dijo un día: "y hasta ya hizo la mili!".
Hoy fui a comer con él y con Fina, la mamá de Abel, para compartir aunque fuera un ratito este día que al mismo tiempo que es de celebración porque es su cumple, también es de tristeza porque la vida ya no es igual sin la presencia física de Abel.
Siempre lo tenemos en la punta de la lengua y en nuestros pensamientos, entonces cuando eso pasa nos ponemos a recordar nuestras peripecias con él; como cuando los Domingos, al despertarse se levantaban él y su hermano y se iban a la cama de sus papás, entonces la Fina se salía de la habitación y dejaba jugando a sus tres hombres con las sábanas hechas una casa de campaña. O como cuando se iban de excursiones y caminaban y caminaban porque les gustaba explorar entre los árboles y los arroyos...
Creo que uno de los recuerdos mas simpáticos que tiene el Tito de Abel es cuando en un paseo silenciosamente le llenó de piedritas el neumático del coche y tuvieron que desmontarlo para vaciarlo, Abel era muy pequeño y nadie se había percatado porque todas las travesuras las hacía en absoluto silencio.
Antonio está muy orgulloso de su hijo, cuando juró bandera se emocionó muchísimo porque ama entrañablemente a España y eso lo dignifica en cierta parte y la otra, la que resta, es producto de su honradez en su profesión, por su entusiasmo al crear nuevos diseños para la parte textil donde trabaja, su pasión por hacer siempre bien las cosas, su cariño desmesurado a sus padres (q.e.d) y ese AMOR con mayúsculas que siente por su esposa y sus hijos.
Antonio sigue llorando a Abel, pero lo hace sin que lo veamos, en silencio, en soledad y sin embargo, cuando estoy con él deja salir una buena parte de su sensibilidad y recordando lloramos juntos porque se nos ha ido una buena parte de nuestra alma.
En reiteradas ocasiones me ha dicho que le hubiera gustado mucho conocer a mi papá y yo le digo que si, que segurísimo hubieran sido buenos camaradas, porque don Amado también era amante de la historia mundial, le gustaba beber un buen cognac, jugar a las cartas o al dominó y cuidar sus plantas y sus flores.
Hoy como siempre, seguimos hablando de Abel, me dijo muchos detalles hermosos y así puedo seguir conociendo al Abel niño, a ese niño que no dejaba de asombrarse de todo como si lo viera siempre por primera vez, como él me decía cada vez que podía.
De repente le salía una risa, de repente una lágrima, de repente una carcajada, de repente un silencio fruto de la reflexión o del dolor, o de la rabia o de la impotencia.
Nunca terminaré de agradecerle su compañía en coche al centro de Sabadell para ir a tomar mi clase de Canto, el ofrecimiento incondicional para cualquier cosa casi sin conocerme, su apoyo y confianza hacia mí en una época difícil estando su hermano de por medio, el haberme abierto las puertas de su casa durante un año cuando me quedé sin mi papá, su fijación por protegerme y acompañarme durante tres años al trabajo que él me consiguió por las mañanas, su comprensión y tolerancia durante la enfermedad de Abel, su amor paternal sin ser su hija realmente, su compañía en mi regreso a los escenarios y su lucha incansable porque siga cantando a pesar de la pena de mi corazón, por muchas cosas mas donde las palabras no caben ni tienen sentido, es que quería escribir sobre el Tito.
Antonio para mí, al principio de conocerlo era un gran amigo (sigue siéndolo), después se convirtió además en el padre del amor de mi vida y ahora es, a lo largo de estos diez años de conocerlo, un ángel terrenal que Dios puso en mi camino.
Querido Tito, aunque no sé si alguna vez leerás esto, ¡MUCHAS FELICIDADES DE TU NUERA!