Ahora que estamos de vacaciones en la Escuela de Música, por las tardes tengo tiempo para hacer muchas cosas... bueno, en realidad no muchas porque quisiera hacer tantas, que al final no hago mas que un par de ellas... Y es que me encantan los deportes, y con los Juegos Olímpicos me engancho a la televisión y después con una llamada de atención hacia mí misma la apago para hacer algo mas activo, algo que no me tenga enganchada a la caja negra.
Ahora estoy estudiando una zarzuela, tengo función a finales de Septiembre, también estoy estudiando un obra de Turina en el piano y preparando mas por gusto que por compromiso dos arias de ópera que desde hace tiempo tenía ganas de cantar pero por falta de tiempo libre no había podido, de las óperas: Carmen y Rusalka.
Pero en algún momento me siento en el sofá de Abel y en silencio comienzo a observar a mi alrededor... es una emoción muy extraña porque al mismo tiempo que veo todo tan vacío de él, al mismo tiempo siento que todos los espacios, cada rincón, cada habitación está impregnada de su energía...
Soy fanática de las fotos familiares, así que tengo de mis tíos, primos, hermanos e infinidad de nosotros dos juntos... éramos tan felices; había una compenetración tan especial que a veces tenía temor de que esa felicidad fuera sólo una visión, una ilusión, un espejismo...
Pero no, nunca fue "eso"; aún no logro aceptar que fui digna compañera de Abel, siento muy dentro de mi corazón que él estaba espiritualmente muy por encima de todo ser terrenal, y no sólo lo he sentido yo, sino muchas personas que me lo han dicho en la mas absoluta intimidad. Y no me he molestado; al contrario, sé perfectamente que Abel es un ser superior y que lo mandaron a esta tierra a terminar su aprendizaje para ascender tal vez un único peldaño que le faltaba.
En mi hogar se siente su presencia, no quiero decir que ande por aquí como un fantasma... no... sino que su amor está por todo el aire, lo que dejó en casa al principio fue dolor, pero ahora siento que es mucho mas que eso: ha dejado un amor infinito que trasciende el dolor mas intenso y profundo; por eso me gusta el libro de "El camino de las lágrimas" de Jorge Bucay, porque cita ideas que yo las tenía en la cabeza, pero que con mi limitada inteligencia y elocuencia no sabia cómo expresar:
"(...) porque el dolor a veces, es cierto, acompaña al que sufre, ocupando el mismo lugar que antes habitaba la persona. No importa qué lugar ni cuánto lugar ocupaba el desaparecido en tu vida, el dolor siempre está listo para llenar todos esos espacios. Y es necesario entender que, si bien esta sensación de estar acompañado por el dolor no es agradable, por lo menos no es tan amenazante como parecer ser el vacío.
Por lo menos el dolor ocupa el espacio. El dolor llena los huecos. El dolor evita el agujero del alma.
¿Qué pasaría si no estuviera el dolor para llenar esos huecos?.
Una parte del proceso de aceptación y elaboración consiste en la ardua tarea de descubrir y dejar vivir adentro mío las cosas que otro dejó.
Dejar nacer y durar en nuestro interior algo del que ya no está. Este mecanismo, anteúltima etapa del duelo sano, no necesita de la muerte del otro para operar en nuestro beneficio. Trabaja sobre la ausencia del que de alguna manera, muerto o no, ya no está. Sea porque su enfermedad lo cambió tanto que ya no es el que era, sea porque el simple paso del tiempo haga que ya no pueda estar de la manera en que estaba. Puede ser que esté aquí físicamente, a nuestro lado, tiene su misma cara, el mismo nombre y número de documento, pero no la misma expresión(...)Pero sí puedo darme cuenta de lo que dejó en mí, está dentro. Y cuando puedo llegar aquí, entonces, aun dolorosamente, puedo recuperar la alegría de su presencia viva. Porque esta vigencia se significa en poder mantener viva su figura en mí"...