domingo, 7 de septiembre de 2014

La luciérnaga


Amado Ángel Abel:
En medio de la ciudad, en donde el silencio impera y sólo se rompe por el sonido de un motor de un coche o moto, salgo a nuestro balcón para contemplar la oscuridad de la noche... para contemplar mi soledad y hacerme nuevamente amiga de ella... no se está tan mal cuando la observo detenidamente... y durante esa contemplación encuentro entre los arbustos que están enfrente una luciérnaga que se enciende y se apaga... ¿es una señal?... ¿es una travesura tuya?... Hoy has recibido el mensaje de un amigo tuyo de la infancia y me llenó de felicidad.
Justo cuando más necesitaba de tu amor. 
Ese mensaje ha llegado y he sentido que mi vida, aunque un poco melancólica sigue llena de ti.



Todo este tiempo de silencio en tu blog no ha sido  porque te haya olvidado ni mucho menos, tú sabes por qué ha sido... sin embargo, cada día permaneces en mí.
Tu gran amor angelical me acompaña cada día que abro los ojos y me hace sentir que a pesar de las vicisitudes siempre estás aquí conmigo, protegiéndome -no el en sentido de verme inmune ante el dolor- sino como dice un amigo, para encontrar la luz y la sabiduría para seguir adelante a pesar de todo. Sigues protegiéndome y tomándome de la mano para volver a levantarme.

Todo este amor que nos regalas día a día y que diste durante tu etapa terrenal sigue latiendo, es un latido tan fuerte y profundo que se siente como si saliera del pecho.

Todos los que te amaron te recuerdan... bien... todos los que te amamos seguimos recordándote.
A veces más en la intimidad, otras más abiertamente como es mi caso.
Y es cuando pienso que aquellas personas que van haciendo mal pronto se olvidan, salen de nuestros recuerdos, pero los seres tan hermosos y evolucionados como tú siguen más vivos que nunca y siempre, siempre brillan como esa luciérnaga en medio de la oscuridad.
Gracias... infinitas gracias... ayer me llegó tu canción... bella, como siempre...