jueves, 21 de diciembre de 2017

El dolor no tiene medida

Tocaré el tema escabroso de la medida del dolor ante la pérdida de un ser amado.

¿el dolor se puede medir? Yo diría que no, no puede ser cuantitativo, no podemos saber si uno u otro siente más o menos dolor.
He escuchado frases tajantes como: "bueno, tú perdiste a tu marido, pero YO perdí a mi hijo".
Ufff... cierto debe ser que perder un hijo debe ser... no puedo ni describirlo, es inimaginable; de hecho ni siquiera existe la palabra para dar nombre a quien pierde un hijo. A una mujer que pierde a su esposo se le dice viuda, a una persona que pierde a algún padre, se le llama huérfano... pero a quien pierde un hijo... no podemos...
Pero mi objetivo no es encontrar diferencias, sino observar el dolor como tal.
E intento hablar siempre desde mi experiencia y situación.
Perder a un esposo y seguir adelante también requiere esa fuerza espiritual que nos empuja a seguir adelante.
El dolor sigue dentro, de diferente manera pero sigue.
Hay detalles que me hacen recordar mucho la vida de Abel, olores que me traen recuerdos,  música que me lleva inmediatamente a algún momento vivido con él.
A veces el cerebro archiva por salud emocional pero tiene tantos recovecos y algunos no son tan profundos que los recuerdos saltan al presente y provocan sonrisas o lágrimas.
Hemos llegado a la época en que comenzábamos la última oportunidad: el autotrasplante.
Entonces vienen esos recuerdos y no puedo hacer nada más que llorar y recordar la lucha incansable de Abel y que su mirada se iba apagando por más que quería que nadie se diera cuenta.
El dolor salta y se hace presente nuevamente en la vida, y pienso y lloro y no lucho, dejo que me inunde y que fluya... se que al siguiente día seguiré como lo he hecho desde que cambió de forma.
También he escuchado frases lapidarias como: pero si han pasado ya diez años, tienes que seguir adelante.
Y yo me pregunto: ¿y que he estado haciendo desde el 3 de enero de 2007?. 
Piensas que te mueres con él, pero no es así, sigues delante y sintiendo la fuerza de su amor que te impulsa para salir del hoyo.
Tengo un buen motivo para sonreír, para vivir, para luchar:mi hijo, pero eso no significa que esté curada del dolor.
El luto se lleva en lo profundo, se aprende a vivir con el dolor, que de vez en cuando te invade y no puedes hacer más que dejarlo fluir para seguir sanando.
Abel con su propia vida me enseñó a vivir, pese a todo, pese a la pérdida, pese a la tristeza, pese al dolor, pese a todo.
Porque la vida es un gran aprendizaje día a día y es nuestro deber abrir los ojos, el corazó  y la mente para evolucionar.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Acompanyament en el dol: Ca n'Eva

El viernes pasado andaba por Matadepera, lugar que conozco desde hace casi 21 años, el primer sitio que sentí "mi hogar" gracias a la familia Rabat i Riba. Lo conozco bastante bien y aunque ha habido cambios considerables aún pensaba que podía recorrerlo sin perderme.
Pero claro, yo lo recorrí muchos años a pie y ahora que voy en coche, llegó el día de perderme.
Por "azares" del destino llegué a Ca n'Eva.
No había ido nunca, para ser sincera nunca me he visto con fuerza para compartir tan de cerca el dolor del duelo de Abel. Y sobre todo, sentir tanto dolor tan cerca.
Puede ser un pensamiento egoísta, puede ser una decisión ignorante, puede ser una actitud de defensa... podría ponerle muchos calificativos, el caso es que, no me había decidido a ir.
¿Cómo sabía de Ca n'Eva entonces?. Desgraciadamente supe de la existencia de este espacio por medio de Natxo y Anna, padres de mi querido alumno David, que falleció 4 meses después de Abel. 
A partir de ahí conocí blogs de otras personas que también han sufrido la pérdida de seres maravillosos, he conocido a Antonio, padre de Victor, a Nata, hermana de Manu, a Rosa Maria, madre de Laura, y más.
Nos hemos hecho amigos, nos seguimos por las redes sociales y voy siguiendo sus blogs.
Me he dado cuenta que más o menos todos seguimos el mismo camino: el del amor y el recuerdo.
Vamos dejando fluir las emociones, a veces son relajadas y tranquilas y otras toda tormenta, tristeza y dolor.
Y es que ese amor que sentimos por los que han marchado sigue impoluto, incorruptible, y creo que hasta más fuerte y estrecho. 
Yo así lo siento, mi amor por Abel sigue siendo amor, de ese amor que te hace latir a mil por hora el corazón y que me hace sentir también su amor, una presencia alejada de los ojos físicos; pero presente, siempre presente.

He leído muchos detalles de Ca n'Eva, sigo aprendiendo acerca del duelo.

Sigo mi duelo... a lo mejor ya no tendría por qué llamarlo así, tal vez -sólo tal vez- lo único que ha pasado es que Abel es invisible y no lo puedo ni ver ni abrazar ni besar. A lo mejor estoy trascendiendo la parte física para vivirlo de una manera más hermosa y más rica: espiritualmente.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Hoy "curiosamente" vuelvo después de un año de no hacerlo. Me he dado cuenta a la hora de abrir el blog... qué "causalidad".
Hoy ha sido un día un tanto triste, vinieron recuerdos a la memoria, momentos que por un instante quisiera olvidar, bloquear o no volver a sentir dolor.
Hoy viendo a los papás de mi querido David en el entierro de su tía me vinieron imágenes, risas, miradas, movimiento de manos de David. Aquella mirada tan reflexiva y llena de ternura.
Todo va entrelazado y me vino ese dolor de la pérdida, de saber que ya no los vas a volver a abrazar, a besar, a escuchar su voz, ni a verlos crecer, hacerse adultos y amarlos por sobre todas las circunstancias...bueno... esta última si, siempre.
Abel en vida hablaba mucho sobre el apego y cómo podemos trascender a ello... reconozco que voy muy paso a pasito, pero supongo que voy adelante... de una u otra manera.
Hoy hubiera querido sentir un abrazo como el que refleja la foto, protegiéndome, disfrutando del momento, así, sencillo, como era él.
Porque era muy fácil amarlo, era muy fácil hablar con él, era muy fácil vivir con él, era muy fácil hacer planes con él, era muy fácil reír con él.
Todo era fácil... menos su partida... esa fue y seguirá siendo difícil, muy difícil.
Con el paso de los años lo siento más presente que nunca, sólo que de una forma diferente pero echándo en falta mucho mucho, todo todo.