Desde que Abel enfermó, he estado, como decimos en México "al pie del cañón"; he permanecido a su lado, apoyándolo y motivándolo para seguir adelante a pesar de las vicisitudes; creo que no hacía mucha falta, porque él tenía mucha Fuerza Espiritual y estaba haciendo su proceso de una manera silenciosa. En casa, cuando podía salir del hospital, obviamente no salía mucho, así que pasaba muchas horas estudiando su enfermedad y también leyendo acerca de todos los temas relacionados con el crecimiento espiritual.
Seguía practicando Yoga, sólo que algunas asanas no las realizaba por la imposición del catéter Hickman... en algunas ocasiones se enfadaba porque no podía ser libre del todo, pero creo que era una parte que estaba puliendo, porque después de un rato, me sonreía y me decía "bueno, qué le voy a hacer, si es mi compañero, verdad?"... Siempre valiente, nunca he visto una persona tan valiente...
A pesar de su situación, una vez que se realizaba una analítica de manera privada para ver cómo estaba de niveles generales, decidía que nos íbamos a ir a descansar y a pasear; a pesar de querer disuadirlo, era imposible, quería desvincularse del ambiente y yo creo, que sobre todo quería Vivir todo lo que tenía ganas de Vivir.
Así, en el verano de 2005 nos fuimos a Valencia, y en el 2006 nos fuimos a Toledo.
En Diciembre de 2005 me insistía que quería marchar a México porque quería pasar las fiestas allá, pero lo convencí de que era riesgoso moverse de su hospital, ¿qué hacía yo si allá recaía?... ahora dudo si hice bien en mantenerlo aquí, queriendo él marchar...
Afrontar la muerte de un ser querido siempre es muy duro, sobre todo porque, en nuestro caso, Abel era muy joven, lleno de alegría y de ilusiones; porque hacíamos planes y un hijo estaba contemplado dentro de ellos; ahora ya no hago planes a largo plazo, sencillamente voy viviendo la vida lo mejor posible que puedo, porque no sé cuando será mi último sueño...
Hay momentos que queremos marchar con esa persona amada, no encontramos razón para vivir, nos sentimos abandonados, traicionados por un Ser Superior, pero poco a poco, al menos yo, he comprendido y aceptado (hasta hace muy poco) que cada ser tiene su plan de vida y éste, aunque parezca corto, todo depende de lo que tengamos en nuestro corazón; y a mí me dice que el Alma de Abel era tan prístina que no hacía falta mucho tiempo... qué bueno que pude compartir estos años con él, y lo mas importante, todo lo que pude aprender de él y que fue feliz compartiendo su camino conmigo.
He aquí un fragmento de un libro que me ha ayudado mucho; a veces palabras duras, pero me parece que con mucha sabiduría y que llevan a un poco de tranquilidad espiritual:
"(...) No es necesario estar enfermo para morir; nuestro cuerpo puede estropearse de repente y dejar de funcionar, igual que un automóvil. Un día podemos encontrarnos perfectamente bien y al siguiente caer enfermos y morir. Milarepa cantaba:
Cuando estás vigoroso y sano
no piensas en la llegada de la enfermedad,
pero ésta cae con fuerza repentina
como la descarga de un rayo.
Cuando estás absorto en cosas mundanas
no piensas en la venida de la muerte;
rápida llega como un relámpago
que estalla sobre tu cabeza.
Hemos de darnos una sacudida de vez en cuando y preguntarnos seriamente: ¿y si muriera esta noche? Entonces, ¿qué?.
No sabemos si mañana despertaremos, ni dónde. Si después de espirar el aire no podemos volver a inspirar, nos morimos. Así de sencillo. Dice un proverbio tibetano. "Mañana o la próxima vida; nunca se sabe qué llegará primero".
(...) Algunos maestros intentan alertarnos de la fragilidad de la vida por medio de imágenes aún mas crudas: le aconsejan que se considere como un preso que da el último paseo desde su celda, como un pez que se debate en la red, como un animal que guarda su turno para ser sacrificado en el matadero.
Otros proponen a sus alumnos que se imaginen vívidamente la escena de su propia muerte, dentro de una contemplación serena y estructurada: las sensaciones, el dolor, el pánico, la desvalidez, el pesar de las personas amadas, el darse cuenta de lo que han hecho o dejado de hacer en sus vidas.
El cuerpo tendido sobre su último lecho,
las voces que susurran las últimas palabras,
la mente que ve pasar su último recuerdo:
¿cuándo te llegará ese momento? (...)".
(De "El libro Tibetano de la vida y de la muerte" Sogyal Rimpoché)
El deseo mas grande que he tenido en toda mi vida es que, efectivamente, justo en el último instante de conciencia de Abel, haya pensado en estas cuatro líneas.